En simbiosis con las palabras
¡En este nuevo blog, voy a publicar historias! También pueden encontrar poemas que escribo en mi otro blog: https://samariel-despuesdequerayeelalba.blogspot.com/?m=1 ¡Espero que este nuevo contenido les guste mucho!
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miércoles, 27 de mayo de 2020
Capítulo IX (Parte A) : Los primeros mutantes [Metamorfos]
lunes, 18 de mayo de 2020
Capítulo VIII: Eclosión
¡Desde lo más alto, cayó aquél capullo qué, estaba suspendido, pendiendo de una fibra!
[...]
Una vez que impactó contra el suelo, observaron que éste, a diferencia de los capullos que ya habían visto antes, presentaba un mayor tamaño. Se expandía y se contraía a un ritmo más acelerado. Y en su interior, podía verse la silueta de algo o alguien moviéndose; empujando con sus brazos, la capa pegajosa interna del huevo, para intentar salir al exterior.¡Estaba a punto de eclosionar frente a todos!, ¡No cabían dudas respecto a eso! Los sobrevivientes, luego de todo el tiempo transcurrido, y de los eventos que se produjeron... se fueron percatando de que, todos ésos montículos no eran más que, incubadoras enormes que contenían a los subterrestres atacados por los parásitos.
Y dicho sea de paso...
¡Qué estuvieron en un estado de "incubación", esperando al momento de "romper el cascarón", para salir al exterior! Los testigos, tenían bien en claro la posibilidad de que, del interior del huevo, se librara alguien en algún estado de deformación severa.
Al ver que, el sujeto poco agraciado, intentaba salir a la fuerza... se mantuvieron a una cierta distancia, ante cualquier duda de peligro; esperando la apertura del huevo.
Y en un punto inesperado, éste dejó de palpitar y comenzó a desplegarse, dando la impresión de que, una grieta se estaba formando entre sus paredes (las capas comenzaron a separarse lentamente, de una forma semejante, al brote que, sale del interior de una semilla).
En el punto en que, las primeras capas se iban abrieron para formar la grieta... la cubierta del montículo empezó a liberar, en mayor medida, alguna especie de gas, desde pequeños orificios en su superficie. Y al terminar de abrirse por completo; baba líquida y viscosa, empezó a escurrirse hacia afuera haciendo que, se evaporara al instante de entrar en contacto con el tierra (esa reacción parecía vapor, más que nada debido a su color blancuzco... pero podría llegar a ser cualquier tipo de a sustancia volátil o ácida, con propiedades perjudiciales para los subterrestres; ya que, aún nadie sabía cómo se provocaban aquellas malformaciones horripilantes).
[...]
Entonces, desde la mencionada cortina blanca y densa de vapor o niebla, se empezaron a escuchar sonidos provenientes del capullo. Y entre tanto humo, se pudo localizar, la silueta parada del organismo que, empezó a moverse despacio.
¡Se podían oír sus pisadas, aproximándose hacia ellos!,
¡Todos estaban convencidos de qué, lo que fuera qué se asomora entre el humo, no duraría mucho en pies!
Debido a la experiencia previa que tenían de los demás subterrestres, afectados por los parásitos, creían que éste caso no sería diferente, y que moriría pronto.
De la nada, aquéllos pasos se detuvieron, y el merodeador se quedó quieto, mientras el humo se disipada poco a poco.
La atención de los guerreros, de la Tríada divina y del resto de los habitantes, se mantuvo fija y anclada en ese instante lleno de suspenso.
De la nada, con una velocidad impredecible y una fuerza inhumana... algo atravesó la cortina de vapor blanca, embistiendo salvajemente a uno de los emisarios. Una especie de tentáculo enorme y musculoso, había impactado contra el pecho del emisario Pastor... arrastrándolo lo suficientemente lejos como para, estamparlo contra una pared de una casa.
¡Cuando el vapor se terminó por disipar, el horror los inundó a todos. Puesto qué, cundo todo se despejó, pudieron ver a esa enorme criatura espantosa con claridad!
Mientras el Pastor gritaba desesperadamente... pudo ver que, aquélla cosa que tenía incrustada en su cuerpo, era una de ésas trompas, como las que habían visto en las sanguijuelas (estaba clavada por enormes colmillos que, lograron desgarrar parte de su cuerpo. Presentaba un tamaño enorme, con aparicia similar a un brazo grande, fibroso y musculoso de, unos 30 metros de longitud).
Mientras todos permanecieron en un estado de shock, quedaron pasmados y absortos, al ver el aspecto y la forma del mutante.
¡Era el triple de grande comparado con los subtetrestres!, ¡Y nada jamás visto ni nada parecido o semejante con la realidad!
Su cuerpo estaba totalmente desnudo, por lo que, pudieron captar en ese primer encuentro cercano, dicho cuerpo mutado y deforme.
Poseía garras gigantescas, tanto en las manos como en los pies. Partes de su cuerpo parecían estar cubiertas de, la misma coraza presente en los parásitos. Sus piernas estaban articuladas mediante dos rodillas rígidas. Su torso era más extenso por encima de su cadera, y su cintura era más alargada (por lo que su caja torácica, era desproporcionada en comparación con su parte inferior);
Y su cabeza estaba fragmentada en varias divisiones (como si se tratara de una flor que, desplegara sus pétalos para abrirse)... para liberar aquella trompa resistente, diseñada para atacar con brutalidad. Dichas partes abiertas de su boca, mantenían una serie de filas de dientes filosos, de los cuales caían saliva y segregaciones viscosas. Y a lo largo de la trompa, más baba colgaba de la misma.
[...]
Pero la agonía del Pastor inició, cundo el monstruo comenzó a subsionarle la sangre.
¡Todos podían ver como, las enormes concentraciones de sangre, eran bombeadas hacia el interior de la bestia!
En consecuencia, el emisario Pastor, terminó siendo vaciado por dentro
¡Era un verdadero espanto verlo... totalmente consumido y demacrado, en ese estado tan desagradable!
Y con la última gota de sangre robada, el maldito mutante, terminó por arrojar salvajemente al emisario contra la pared de una vivienda cercana.
Posteriormente, regresó velozmente la probóscide, al interior de su boca, y volvió a cerrar su cabeza fraccionada. Pará luego, incharse e incrementar su volumen corporal.
En ese momento, ninguno de ellos sabía lo que iba a pasar luego de ese acto despiadado.
¡Estaban horrorizados y petrificados del miedo!, ¡No podían desprender la mirada del cadáver!
Y no podían pensar con claridad debido a que, el monstruo, aún los estaba acechando.
No al menos... hasta que, el emisario Orador, se dio cuenta de un pequeño detalle (del que antes no se habían percatado ninguno) que tenía la criatura en la cabeza.
Era ni más ni menos que, la macar del sello de la traición, pintada por la tríada divina... Descubriendo así que, la criatura, era el último prisionero que, habían dejado abandonado al principio, con el guerrero.
Si aquélla cosa, alguna vez había sido humana, definitivamente ya no lo era. Ya no había rastro alguno de aquel prisionero desafortunado .
¡Debían huír cuanto antes, y llegar a las mazmorras a toda costa, si es que querían lograr salir con vida!
Entonces, no les quedó de otra que, tratar de escapar con sigilo y dejar atrás el cadáver del Pastor. Antes de que el mutante, los alcanzara a todos.
Como pudieron... juntaron sus cosas, y en silencio, fueron dando pasos hacia atrás (y con mucho sigilo, se ocultaron detrás de unas casas no muy lejanas a ellos).
Perdiendo de vista a la bestia sangrienta,
¿Pero por cuanto tiempo lo lograrían?
[...]
jueves, 7 de mayo de 2020
Capítulo VII: [Parte B]: Incubación
sábado, 2 de mayo de 2020
Capítulo VII [Parte A]: Incubación
Capítulo VI: La Invasión de los Parásitos
Capítulo V: Los sacrificios
Todos los clanes permanecieron a la espera, en aquéllas ruinas tenebrosas, iluminadas por algunas antorchas. El alarido de los reos, atados a los maderos, comenzó a escucharse.
El miedo los inundó rápidamente. Y el sudor frío, recorrió sus cuerpos, ya fatigados, de permanecer en pie.
Fue entonces, cundo algunos de ellos empezaron a suplicar, con lágrimas en los ojos, el perdón de los clanes. Tan sólo uno, fue quien mantuvo la mirada fija en el suelo, sin expresar nada. Quedándose inerte en aquel lugar, pese a las quejas de los demás.
¡Ser desmembrado, no le preocupó en lo más mínimo!
Aquella debilidad metal, expuesta delante de la tríada divina, no fue más que un acto de deshonra.
Dicha humillación, sólo despertó el enojo de los emisarios, haciendo que no pierdan más el tiempo. Por lo que, sujetaron, firmemente sus armas, y dieron un paso al frente.
El Verdugo, exigió que desataran a los tres reos que pagarían sus castigos, con el clan de los Caníbales. Y encomendó en manos de su líder, las vidas de los desgraciados.
Una vez que amarraron todas las extremidades, con cadenas de hierro, los antropófagos, las estiraron de modo tal que, quedaron inmovilizados.
Entonces, ¡Se dio la orden, y el festín comenzó de una vez por todas!
Al primer preso, se le abalanzaron cuatro caníbales. Uno de ellos, mordió directamente su cuello; otro... había alcanzado a uno de sus brazos. Por último, los dos restantes, atacaron partes de su tórax.
Con mordidas salvajes, le arrancaron carne del torso; masticándola frente a sus ojos, mientras agonizaba del dolor.
¡La sangre cayó a borbotones!, y desesperado, intentó escapar del ataque brutal.
¡Aunque fue imposile escapar, dada la situación en la qué se encontraban todos!
Los otros dos prisioneros, gritaron espantados, mientras vieron como se devoraron a su compañero.
Otros antropófagos, habían participado, para tomar parte del banquete.
A duras penas, soportó, como le arrancaron casi toda la carne del cuerpo (ya carcomido). Para luego, pidir a gritos, que lo mataran de una vez por todas. Entonces el líder del clan, se acercó con rapidez, sacando un cuchillo (echo con un hueso humano, super afilado y punteagudo... que traía colgado en su cuello). Sin dar aviso, lo apuñaló en su estómago; y muy lentamente, cortó hacia arriba, dejando caer al suelo, todas sus entrañas.
Ya mutilado, otros caníbales, devoraron las tripas esparcidas por el piso. Hasta que, de pronto, dejó de respirar... ¡Dejando una expresión en su rostro, qué nadie iba a poder olvidar jamás!
Posteriormente, para continuar con los rituales, llevaron arrastrando el cuerpo, hacia las Mazmorras... dejando un camino cubiero de sangre.
[...]
Habían colocado al siguiente condenado a ser sacrificado. Pero en un intento de escape, salió corriendo inútilmente. Puesto que, el Verdugo con su hacha, le extirpó de un corte limpio, una de sus piernas.
¡El show sanguinario fue atroz para ese reo, por el intento de fuga!
Ya que, se le aventaron varios caníbales al mismo tiempo, para despellejarlo vivo con sus propias manos.
¡Sus gritos desgarradores, atormentaron a los demás culpables! Mientras sufría... los devoradores, se comieron la pierna faltante y sus dos brazos. Hasta que por fin, uno de ellos, le arrancó la tráquea del cuello, de una mordida. Y mofandosé de su agonía, la escupió delante de sus narices, para que, de poco a poco, sus ojos se cerraran para siempre.
Otra vez, se llevaron el cuerpo, directo hacia las mazmorras. Donde los restos serían acabados más adelante, como de costumbre.
El tercer recluso... ¡Sabiendo qué el siguiente era él!, se arrodilló, temblando de miedo. Pero el líder caníbal, lo levantó con tremenda fuerza, sujetándolo desde el cuello.
¡Y una vez, de pie!, le introdujo sus dos pulgares, en las cuencas oculares, reventándole ambos ojos.
Le sujetó con firmeza la cabeza, ya que se partía del calvario (sintiendo en carne propia, la agonía de sus compañeros ya asesinados). Luego, otro miembro caníbal... clavó en el interior de su boca, unos ganchos espantosos, sujetados a cadenas. Y mientas gritó desconsoladamente;
estiró las mismas, con tanta fuerza, que terminó por desprederle la mandíbula inferior de su rostro.
¡No había forma de describir esa imagen horripilante!;
¡Definitivamente, era una puesta en escena traumática para los demás condenados!
El prisionero moribundo, calló al suelo, y los demás antropófagos, devoraron su cuerpo totalmente estropeado.
Con el tercer cuerpo abandonado,
en las mazmorras, el castigo del clan Caníbal culminó.
[...]
Las siguentes tres víctimas enjuiciadas, se enfrentaron a las torturas más crueles de la época...
En el instante, en que los guerreros prepararon a los tres convictos, el resto del clan de la Horda, alistó los diferentes dispositivos de tortura.
¡Nunca importó si los condenados sufrían. Tampoco si pedían clemencia, si estaban en agonía, ni tampoco si eran jóvenes o mayores de edad! (como era en uno de éstos casos, donde habían condenado a jovencito, de unos veinte años de edad).
El primer instrumento de tortura que se trajo al estrado, fue el denominado "Potro" (una tabla plana, con sogas en cada esquina de la misma, para amarrar las extremidades de los prisioneros. Conectada a un perno, que cuando éste era encendido, jalaba las sogas en direcciones opuestas, dislocando en el mejor de los casos dichas extremidades y en el peor desmembrándolas).
A la fuerza, llevaron al primer prisionero, junto al terrorífico instrumento de tortura. Y una vez sujetado a éste, lo encendieron.
De a poco, las sogas empezaron a estirar, tanto las piernas como los brazos. Y en cuestión de minutos, se escuchó el rechinido de los engranajes oxidados.
¡Luego, el verdadero tormento inició!,
Y mientras los gritos de dolor del reo empeoraron, se oyeron sus huesos, rompiéndose drásticamente.
Fueron los brazos, los primeros que se desprendieron del cuerpo.
¡La sangre no paró de caer!, ¡Los gritos tampoco cesaron!
Al instante, ambas piernas, se destrozaron también (dejado aquel Potro, totalmente ensangrentado)
Y aquel acto sanguinario finalizó, con un guerrero, llevándose el cuerpo desmembrado, hacia las mazmorras.
[...]
Habían preparado al jovencito para la siguiente tortura... quien, permaneció en estado de shock.
Fue entonces, cuando acercaron el siguiente dispositivo sádico.
Era ni más ni menos, que el "Toro de Falaris" (una estatua hueca de bronce, en forma de Toro, donde se colocaban en su interior a los prisioneros. Y debajo de la estatua, se encendía una hoguera, volviendo al instrumento, un enorme horno). Cuando el chico observó aquélla cosa, entró en desesperación, lloró desconsoladamente y suplicó compasión.
Entonces, el emisario Verdugo (con una sonrisa de oreja a oreja), arrastró al chico, sujetándolo del pelo. Y con ayuda de algunos guerreros, lo metieron dentro del Toro.
El fuego, se incrementó en el interior de la estatua, volviéndolo un horno infernal e indescriptible. Sólo pasaron algunos minutos para que, comenzaron a oírse, los alaridos desgarradores del jovencito, a través de la boca del Toro (Según cuenta la leyenda, los gritos de las personas torturadas con aquel dispositivo, se oían como si la escultura, estuviera mugiendo de verdad).
Al cabo de un tiempo, apagaron la hoguera... y sacaron el cuerpo del muchacho, totalmente calcinado. Se llevaron el dispositivo lejos, y dejaron el cadáver, en las mazmorras, junto a todos los demás.
[...]
¡Aún quedaba un prisionero más por ser castigado con torturas!
¡A éste último, directamente lo empalaron! (El "Empalamiento", era un método de tortura y de ejecución, donde la víctima era atravesada por una estaca. La penetración podía realizarse por un costado, por el recto, la vagina o por la boca de la víctima. Y la estaca, se solía clavar en el suelo, dejando a la víctima colgada para que muriera).
Amarrándolo con sogas... lo alzaron para que alcanzara la altura del dispositivo, dónde lo clavaron sin piedad; no sin antes, atar en sus piernas, rocas grandes, para que con todo el peso, se empalara aún más.
(¡La famosa tortura que utilizó Vlad Draculea, más conocido como el "Conde Drácula", en los tiempos antiguos!).
Sin dudas, aquel espectáculo, dio como resultado una muerte espantosa (el reo sufrió por horas, la perforación que, había salido por un costado de su torso, traspasando algunas cosillas y varios órganos).
[...]
Las torturas terminaron de aquélla manera.
Solamente, quedó por cumplir la condena del último prisionero. Quien sería desmembrado por el clan de la Horda.
Dicho sujeto, pese a todo lo que había presenciado, nunca quitó la mirada del suelo.
Fue entonces, cuando los mismos emisarios, lo arrastraron al centro del estrado, atando cada una de sus extremidades. Iban a jalar de las cuerdas con ayuda de varios guerreros; quienes en simultáneo, y en distintas direcciones, descuartizarían al preso.
Lo acostaron en el suelo, y todos se prepararon para comenzar con la tortura. Pero fue en ese preciso momento, cuando el prisionero, mirando hacia el techo rocoso, observó algo sumamente extraño.
Era la colonia entera de sanguijuelas, reptando por la superficie del techo; desplazándose velozmente por las paredes. Y de un momento a otro, empezaron a caer al suelo, sobre las casas y sobre los subterrestres que yacían debajo de la plaga en sí.
¡La invasión de los malditos parásitos, había llegado al Tercer Mundo!; ¡Nadie se imaginaba lo qué estaba a punto de ocurrir!
[...]
Capítulo IV: El Ritual Sacramental de la Horda
El Ritual Sacramental de la Horda comenzó, cuando el emisario Orador se puso de pie, y se dirigió hacia el altar. Allí, se encontraba el libro que contenía las sagradas escrituras (mismo que, estaba recubierto y cosido con piel humana, ya desgastada por el tiempo).
El Orador, había tomado el libro... ¡Y mostrándolo a todos, lo besó!
Volvíendo a colocar la reliquia, en el pedestal; lo abrió, para buscar entre sus páginas polvorientas, el capítulo de la salvación. Y mientras lo leía en vos alta, alzando su manos, profetizaba sobre la redención.
¡Todos los clanes se inclinaban ante los ojos de los Dioses!
Volvíendo a recurrir a las páginas amarillentas, el Orador, buscó aquel capítulo, que contenía las palabras indicadas sobre los sacrificios. Luego, se dirigió hacia el centro del estrado, justo delante de los siete prisioneros, amarrados a los maderos.
Y dirigiendo su mirada hacia sus dos compañeros; sacó detrás de su cintura, una daga filosa (envuelta en un trozo de tela roja percudida).
Fue entonces, cuando extendió su mano derecha, para realizarse un pequeño corte en el antebrazo. La sangre, comenzó a caer gota a gota, desparramandose por el suelo. Y mientras se drenava, el emisario Verdugo se aproximó al Orador. Éste, se puso de rodillas frente a él; para recibir en su frente, la marca de los Dioses. Y con dicho emblema aún fresco, empezó a dar vueltas en circulos, rodeando a los reos. Lo hacía, mientras iba recitando parte de las sagradas escrituras. Y de un momento a otro, sacó de su espalda, un hacha enorme (manchada y recubierta de sangre vieja, con algunas partes oxidada... con un filo que podía atravesar cualquier cosa).
Yacía dando vueltas, mientras ostentaba su devoción por su arma y por los Dioses.
A lo que el Orador, extendió su otro brazo, y procedió a volver a realizarse otro pequeño corte con la daga... ¡Salpicando más de su sangre!
De la izquierda, se acercó el emisario Pastor, para volver a repetir el acto anterior. Puesto que, se arrodilló, y fue marcado con el símbolo nuevamente; procedió a dar vueltas, pero en sentido contrario al Verdugo. Y mientras predicaba, sobre el origen de los clanes, desenfundó su lanza, y la levantó para que todos los presentes, contemplaran su majestuosidad.
[...]
Una vez finalizado, con el rito de las escrituras, la tríada divina, debía de llevar a cabo los sacrificios correspondientes.
De ahí en más, la situación comenzó a ponerse tensa; el sudor frío de los prisioneros recorría sus cuerpos amarrados, y el miedo se expandió rápidamente.
Por su parte, la tríada, se inclinó para hacerle reverencia a los Dioses una última vez; marcando con sangre, a cada uno de los condenados.
Para ello, harían uso de los sellos (guardados en un pequeño cajón de madera antigua, justo detrás del altar); éstos, indicaban los castigos que se debían de llevar a cabo según el delito que se había cometido. Siendo éstos: (el sello del pecado, el sello de la tortura y el sello de la traición).
[...]
Cuando terminaron de marcar a los reos, el Verdugo, realizó un gesto con su cabeza, mandando a llamar a los guerreros de la Horda.
Entonces, empezaron a aparecer con sus diferentes herramientas de torturas... asustando a los prisioneros, para sembrar más miedo del que ya existía. A causa de esto, el Pastor, terminó por dirigirse, hacia el lugar donde se encontraba el clan de los Antropófagos; posicionándose, junto al líder del clan, para hacerlo partícipe de lo que se venía.
¡El sacrificio qué, pondría contento a los Dioses, estaba por iniciar!
Y el Verdugo, con su hacha en manos, estaba preparado para castigar a todos los subterrestres que se atrevieron a pecar.
[...]
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