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miércoles, 27 de mayo de 2020

Capítulo IX (Parte A) : Los primeros mutantes [Metamorfos]

Los subterrestres del Tercer Mundo, fueron los primeros humanos, en tener contactos con los "Metamorfos" 
Hasta el momento, sólo unos pocos, sabían sobre su existencia. Ya que, aún se desconocía, cuántos se habían convertido en aquéllas criaturas monstruosas.
Y por lo pronto, un pequeño grupo de sobrevivientes, trataba de huír de la amenaza; intentando salir al exterior del Mundo subterráneo.

[...]

Enfocados en una única cosa, los sobrevivientes (los dos emisarios, cinco guerreros y cuatro subterrestres), buscaban escapar del Metamorfo, alejándose cada vez más, mientras se camuflaban entre las casas. 
Pero a medida que avanzaban en su recorrido, se dieron cuenta de que, habían más de esos mutantes merodeando por la ciudad, en busca de sangre. 
Podían oírlos cerca, por las pisadas escandalosas y los grotescos gruñidos que provocaban.
¡A éstas alturas, seguramente la mayoría de los capullos, ya habrían eclosionado!
Y cada vez que se distanciaban más de los Metamorfos, otros, se encontraban emergiendo de los huevos. Tampoco, lograron localizar a los demás subterrestres. Encontraron algunas casas bloqueadas desde el interior, pero nadie que respondiera del otro lado.
Ya era demasiado tarde para perder más tiempo en la búsqueda de otros habitantes. Y aún tenían que encontrar las llaves magnéticas restantes.
Así que apresuraron la marcha ya que, las mazmorras, estaban a metros de ellos. Sólo debían continuar un pequeño trecho. Pero el problema era que la zona era un espacio abierto y despejado. Si las criaturas rondaban por ahí, era seguro que captarian su atención y no tendrían donde ocultarse. A parte, todavía debían solucionar como atravesar las puertas de las mazmorras. Ya que, el clan de los Antropófagos, se había aislado y encerrado antes de que, los parásitos los atacaran.
Y mientras esperaban detrás de un paredón a que, nadie rondara por las cercanías; ellos, pensaban en cómo conseguirían la llave, ante la posibilidad de que, todos los caníbales, se convirtieran en Metamorfos.
Podían ver desde su posición la entrada a las mazmorras (un portón de acero puro, lo suficientemente rígido como para tumbarlo. Y el único acceso a las mazmorras... cerrado desde su interior, por la llave magnética buscada, por los sobrevivientes).
Cabe destacar que, las otras dos llaves magnéticas restantes, también permitían el ingreso a otras dos localizaciones del Mundo subterráneo (la llave que ya tenían en su posesión, accedía al templo de la Hoda Sacramental. Y aún faltaba encontrar la llave del clan de los Subterrestres. Misma que, permitia el acceso al interior de las murallas, donde se encontraban las viviendas del clan). 
Pero el problema, no se hallaba en ingresar a dichos lugares, sino, en detectar a los líderes de ambos clanes, quienes mantenían consigo sus respectivas llaves
Pasado algunos minutos, la zona se encontraba libre y sin la presencia de los parásitos y de los mutantes.
¡El momento de actuar había llegado!, ¡Era ahora o nunca!

[...] 

lunes, 18 de mayo de 2020

Capítulo VIII: Eclosión

¡Desde lo más alto, cayó aquél capullo qué, estaba suspendido, pendiendo de una fibra!

[...]

Una vez que impactó contra el suelo, observaron que éste, a diferencia de los capullos que ya habían visto antes, presentaba un mayor tamaño. Se expandía y se contraía a un ritmo más acelerado. Y en su interior, podía verse la silueta de algo o alguien moviéndose; empujando con sus brazos, la capa pegajosa interna del huevo, para intentar salir al exterior.¡Estaba a punto de eclosionar frente a todos!, ¡No cabían dudas respecto a eso! Los sobrevivientes, luego de todo el tiempo transcurrido, y de los eventos que se produjeron... se fueron percatando de que, todos ésos montículos no eran más que, incubadoras enormes que contenían a los subterrestres atacados por los parásitos. 

Y dicho sea de paso...

¡Qué estuvieron en un estado de "incubación", esperando al momento de "romper el cascarón", para salir al exterior! Los testigos, tenían bien en claro la posibilidad de que, del interior del huevo, se librara alguien en algún estado de deformación severa.

Al ver que, el sujeto poco agraciado, intentaba salir a la fuerza... se mantuvieron a una cierta distancia, ante cualquier duda de peligro; esperando la apertura del huevo. 

Y en un punto inesperado, éste dejó de palpitar y comenzó a desplegarse, dando la impresión de que, una grieta se estaba formando entre sus paredes (las capas comenzaron a separarse lentamente, de una forma semejante, al brote que, sale del interior de una semilla).

En el punto en que, las primeras capas se iban abrieron para formar la grieta... la cubierta del montículo empezó a liberar, en mayor medida, alguna especie de gas, desde pequeños orificios en su superficie. Y al terminar de abrirse por completo; baba líquida y viscosa, empezó a escurrirse hacia afuera haciendo que, se evaporara al instante de entrar en contacto con el tierra (esa reacción parecía vapor, más que nada debido a su color blancuzco... pero podría llegar a ser cualquier tipo de a sustancia volátil o ácida, con propiedades perjudiciales para los subterrestres; ya que, aún nadie sabía cómo se provocaban aquellas malformaciones horripilantes). 

[...] 

Entonces, desde la mencionada cortina blanca y densa de vapor o niebla, se empezaron a escuchar sonidos provenientes del capullo. Y entre tanto humo, se pudo localizar, la silueta parada del organismo que, empezó a moverse despacio.

¡Se podían oír sus pisadas, aproximándose hacia ellos!, 

¡Todos estaban convencidos de qué, lo que fuera qué se asomora entre el humo, no duraría mucho en pies!

Debido a la experiencia previa que tenían de los demás subterrestres, afectados por los parásitos, creían que éste caso no sería diferente, y que moriría pronto. 

De la nada, aquéllos pasos se detuvieron, y el merodeador se quedó quieto, mientras el humo se disipada poco a poco.

La atención de los guerreros, de la Tríada divina y del resto de los habitantes, se mantuvo fija y anclada en ese instante lleno de suspenso.

De la nada, con una velocidad impredecible y una fuerza inhumana... algo atravesó la cortina de vapor blanca, embistiendo salvajemente a uno de los emisarios. Una especie de tentáculo enorme y musculoso, había impactado contra el pecho del emisario Pastor... arrastrándolo lo suficientemente lejos como para, estamparlo contra una pared de una casa.

¡Cuando el vapor se terminó por disipar, el horror los inundó a todos. Puesto qué, cundo todo se despejó, pudieron ver a esa enorme criatura espantosa con claridad! 

Mientras el Pastor gritaba desesperadamente... pudo ver que, aquélla cosa que tenía incrustada en su cuerpo, era una de ésas trompas, como las que habían visto en las sanguijuelas (estaba clavada por enormes colmillos que, lograron desgarrar parte de su cuerpo. Presentaba un tamaño enorme, con aparicia similar a un brazo grande, fibroso y musculoso de, unos 30 metros de longitud).

Mientras todos permanecieron en un estado de shock, quedaron pasmados y absortos, al ver el aspecto y la forma del mutante

¡Era el triple de grande comparado con los subtetrestres!, ¡Y nada jamás visto ni nada parecido o semejante con la realidad!

Su cuerpo estaba totalmente desnudo, por lo que, pudieron captar en ese primer encuentro cercano, dicho cuerpo mutado y deforme. 

Poseía garras gigantescas, tanto en las manos como en los pies. Partes de su cuerpo parecían estar cubiertas de, la misma coraza presente en los parásitos. Sus piernas estaban articuladas mediante dos rodillas rígidas. Su torso era más extenso por encima de su cadera, y su cintura era más alargada (por lo que su caja torácica, era desproporcionada en comparación con su parte inferior)

Y su cabeza estaba fragmentada en varias divisiones (como si se tratara de una flor que, desplegara sus pétalos para abrirse)... para liberar aquella trompa resistente, diseñada para atacar con brutalidad. Dichas partes abiertas de su boca, mantenían una serie de filas de dientes filosos, de los cuales caían saliva y segregaciones viscosas. Y a lo largo de la trompa, más baba colgaba de la misma. 

[...] 

Pero la agonía del Pastor inició, cundo el monstruo comenzó a subsionarle la sangre. 

¡Todos podían ver como, las enormes concentraciones de sangre, eran bombeadas hacia el interior de la bestia!

En consecuencia, el emisario Pastor, terminó siendo vaciado por dentro 

¡Era un verdadero espanto verlo... totalmente consumido y demacrado, en ese estado tan desagradable!

Y con la última gota de sangre robada, el maldito mutante, terminó por arrojar salvajemente al emisario contra la pared de una vivienda cercana.

Posteriormente, regresó velozmente la probóscide, al interior de su boca, y volvió a cerrar su cabeza fraccionada. Pará luego, incharse e incrementar su volumen corporal. 

En ese momento, ninguno de ellos sabía lo que iba a pasar luego de ese acto despiadado. 

¡Estaban horrorizados y petrificados del miedo!, ¡No podían desprender la mirada del cadáver! 

Y no podían pensar con claridad debido a que, el monstruo, aún los estaba acechando. 

No al menos... hasta que, el emisario Orador, se dio cuenta de un pequeño detalle (del que antes no se habían percatado ninguno) que tenía la criatura en la cabeza. 

Era ni más ni menos que, la macar del sello de la traición, pintada por la tríada divina... Descubriendo así que, la criatura, era el último prisionero que, habían dejado abandonado al principio, con el guerrero.

Si aquélla cosa, alguna vez había sido humana, definitivamente ya no lo era. Ya no había rastro alguno de aquel prisionero desafortunado .

¡Debían huír cuanto antes, y llegar a las mazmorras a toda costa, si es que querían lograr salir con vida!

Entonces, no les quedó de otra que, tratar de escapar con sigilo y dejar atrás el cadáver del Pastor. Antes de que el mutante, los alcanzara a todos.

Como pudieron... juntaron sus cosas, y en silencio, fueron dando pasos hacia atrás (y con mucho sigilo, se ocultaron detrás de unas casas no muy lejanas a ellos).

Perdiendo de vista a la bestia sangrienta, 

¿Pero por cuanto tiempo lo lograrían?

[...] 

jueves, 7 de mayo de 2020

Capítulo VII: [Parte B]: Incubación

¡No pararon de correr hasta no estar seguros de qué los parásitos no estaban detrás de ellos siguiéndolos!; 
¡Y mientras continuaban con la misión, veían por el camino, cientos de cuerpos, metidos en ésos capullos desagradables! 

[...]

Por fin habían llegado al centro del estrado, donde la Horda, realizaban los los rituales y los sacrificios, para alabar a los Dioses
Se encontraban los siete maderos, el estrado y el resto del lugar como lo habían dejado antes. La diferencia era que, aquélla especie de baba viscosa, recubria todo el ambiente (parecía que se estaba expandiendo cada vez más, y no importaba la superficie en la que se encontrara; en los techos, en las paredes, sobre los capullos o sobre el suelo. Donde quiera que iban, ésa porquería los seguía, infectándolo todo, con el paso del tiempo). 
También se percataron de que, había otro de esos "huevos", donde yacían el prisionero y el guerrero que, dejaron abandonados anteriormente. Por lo que, intentaron abrirlo, para asegurarse de si ellos se encontraban en su interior. 
¡Directamente, de un hachazo, el emisario Verdugo, partió varias capaz casi hasta llegar al centro! 
Acto seguido, entre todos abrieron el montículo, para darse cuenta de que, por dentro, sólo había una persona.
¡Pero cuando observaron bien quién (o mejor dicho qué cosa) estaba metida dentro, se horrorizaron todos!; 
Los demás guerreros notaron que, se trataba ni más ni menos que de aquél compañero abandonado (lo habían logrado reconocer por la poca ropa que traía puesta. A penas unos harapos, desgastados y percudidos del traje que, lo delataron).
Al tratar de sacarlo de aquel lugar repugnante, se dieron cuenta de que esta vez, era diferente el aspecto del interior del capullo. Y se percataron de que éste, estaba conectado el guerrero. Estaba unido mediante extensiones extrañas que, se introducían en su cuerpo (parecían cordones umbilicales, que se interiorizaban dentro del mismo, y se conectaban con la parte interna de la capa protectora del capullo).
Entonces, cortaron todas esas conexiones orgánicas, para librarlo y finalmente, 
arrastrarlo hasta el centro del estrado. 
¡Nadie creería qué aquélla cosa qué sacaron, fuera humana!

[...] 

El guerrero fue encontrado en un estado muy lamentable debido a las malformaciones que presentaba. 
¡Este caso, fue peor al qué, ya habían presenciado antes! 
(su rostro se encontraba severamente amorfo. Sus ojos parecían estar más separados de lo normal, y las pupilas habían cambiado de forma; su boca era más ancha, y había perdido ambas orejas. A lo que respectaba sobre su piel, su color era más oscura y era de mayor rigidez al tacto. Las manos presentaban garras afiladas, y sus tobillos parecían partidos; 
Y su cuerpo era tres veces más grande, motivo por el que, casi toda su ropa se encontraba destrozada). 
¡Sin duda , ésa cosa no era humana!, 
¡Y nadie podía creer lo qué estaba viendo! 
Para sorpresa de todos... aquélla cosa aún permanecía consciente, mirándolos a todos. Pero por algún motivo, no podía moverse ni ponerse de pies. Sólo se notaban los movimientos oculares y los movimientos provocados por su respiración. 
Fue entonces que, intentó decirles algo, y mientras intentaba mover sus labios, se percataron del cambio drástico que, habían sufrido sus dientes (ya que todos estos, tomaron la forma de colmillos alargados. Por otro lado, segregaba saliva por demás). 
Cuando todos vieron que, intentaba decirles algo... se aproximaron para oír lo que trataba de murmurar.
Sólo repetía una palabra: "¡mátenme!".
Fue consciente, todo este tiempo, de la condición en la que se encontraba; y por varios segundos, repitió esa palabra en voz baja, una y otra vez. 
Hasta que cerró los ojos, y en un último aliento profundo, dejó de respirar para siempre. Fue entonces, cuando aquéllos cordones arrancados del capullo, comenzaron a segregar un líquido negro. Parecía que se estaba desangrando, 
¡Más bien... drenándose, una vez muerto! 
Y de a poco, fue perdiendo contextura. 
En ese instante, se dieron cuenta de que, podría ocurrir de nuevo lo que, les había pasado anteriormente. Por lo que, se alejaron y se mantuvieron a la espera;
en cautela, hasta que la sanguijuela se desprendiera del cuerpo desvanecido. 
¡Y así fue como sucedió! 
Ésta, emergió de las entrañas del guerrero, desgarrando su esternón, tórax, costillas y sus clavículas... para terminar saliendo expulsada. Pero esta vez, se mantuvo con vida por mucho más tiempo.
Podía notarse la agresividad del parásito; ya que, se irguió a pocos metros del cuerpo mutilado, sólo para quedarse estática, en dicha posición amenazante. 
¡Y todos, observándola desde lejos!, apuntándola con sus armas, veían como ésta, no dejaba de seguirlos con la mirada.
Inmediatamente, sacó desde el interior de su boca, la trompa evaginable totalmente repleta de sangre y de baba. Y sin tardar, sacudió su cuerpo para emitir más de esos chillidos molestos. Siendo así, el Orador, tomó la espada de uno de sus guerreros; y con mucha rapidez le cortó la trompa vomitiva, haciendo que la babosa producirá otro sonido espantoso a causa del dolor. Fue ahí, cuando... con mucha cautela, sacó la daga de su cintura, y la clavó en la cabeza del parásito, matándolo de una vez por todas.

[...]

¡Tras haberla asesinado, no tenían ni idea de lo que vendría!
La babosa, había despertado a un ser más atroz y más vil, sólo que ellos aún no lo sabían. No al menos hasta que, desde la cima, se oyeron nuevos sonidos extraños, que alertaron a todos minutos después.
Cuando alzaron la vista, se dieron cuenta de que, en el techo rocoso de la urbe subterránea, estaba cubierto por aquéllos capullos; conectados entre sí, por medio de esos filamentos orgánicos babosos (dando la impresión de una gigantesca red de fibras viscosas, con bultos latentes, albergando gente deformada en su interior). Pero había uno de éstos huevos en participar que, se balanceaba lentamente, pendiendo de una fibra delgada a punto de romperse.
Y de un monto a otro, se cortó la extensión, dejando caer violentamente el capullo que, estaba a punto de eclosionar.
¡La verdadera amenaza estaba a punto de nacer, para sembrar miedo y muerte a todos los subterrestres posibles!

[...] 

sábado, 2 de mayo de 2020

Capítulo VII [Parte A]: Incubación

El grupo de sobrevivientes (los emisarios, los guerreros y otros subterrestres que, lograron aludir a los parásitos), intentaron escapar de aquel lugar totalmente infectado. Y para lograrlo tuvieron que atravesar toda la ciudad. Puesto que, los venían persiguiendo sanguijuelas, prendidas a las paredes de las casas. 
Pero pudieron conseguir a tiempo un refugio abandonado que, les brindó seguridad de momento.
Una vez dentro, arrastraron un mueble hacia la puerta, para que cubriera la entraba y los protegiera de la amenaza. 
¡Necesitaban un plan para evitar a las malditas "chupasangre", y poder llegar a las compuertas ilesos! 
Debían evitar llamar la atención de los parásitos ya que, estaban asechándolos afuera. 
Por alguna razón, los habían localizado en ese lugar, pero no podían entrar. 
Y encerrados, se les dificultó pensar con claridad. Debido a que, podían escuchar el chillido molestó que, provocaban aquellas malditas cosas, agitando sus cuerpos.
No sabían si alguien más habia logrado huír u ocultarse a tiempo. 
¡Tenían que salir para comprobarlo!
Tratar de contactarse con otros subterrestres, para ganar fuerzas, y dirigirse al punto de acceso que, los llevaría fuera del alcance de la infección. 
Entonces, el objetivo era salir del lugar y hallar sobrevivientes. Pero lo más importante, era encontrar a los líderes de los demás clanes (del clan de los antropófagos y del clan de los subterrestres). Ya que, éstos, tenían en su posesión las dos llaves restantes que, permitirían el acceso a las compuertas blindadas (Las compuertas de seguridad, separaban a la ciudad subterránea, de un alero estrecho. Mismo que, conducía en una primera instancia, al depósito de armas, y en otra, al almacén donde se guardaban los recursos intercambiados con el Mundo Medio. El recorrido finalizaba más adelante, con el ascensor de carga que, conectaba con una base militar de la superficie terrestre). 
Dichas compuertas, cumplían la función hermética y de sellado, para mantener aislado al Tercer Mundo. Y la única manera de acceder a ellas, era activando el generador del cuarto de controles, colocar las tres llaves magnéticas, y activarlas manualmente desde, un computador instalado al lado del acceso. 

[...] 

El Orador, tenía consigo una de las llaves magnéticas. Por lo que, la misión que debían de llevar a cabo era recuperar aquéllas dos llaves faltantes, y localizar a los otros dos líderes.
Al líder caníbal, se lo había visto por última vez en las mazmorras, siendo atacado, junto a todo su clan, por una parte de la colonia de parásitos. 
Del otro jefe, aún no tenían información de su paradero.
¡Podía estar oculto en cualquier sitio de la urbe
Pero tenían que estar dispuestos a correr el riesgo, si querían escapar del lugar; sin la garantía de saber si permanecían o no con vida. 
¡Si no encontraban las llaves magnéticas, no tendrían forma de llegar al exterior! 

[...] 

Tras haber permanecido por más de una hora en aquel lugar, se dieron cuenta de que, el sonido molesto provocado por las sanguijuelas, ya no se escuchaba. Tampoco se percataron de ningún otro sonido que delatara la actividad de otros subterrestres
¡Fue entonces, cuando decidieron salir para comprobar qué era lo que estaba sucediendo afuera!, 
¡Y para sorpresa de todos... se encontraron con el lugar repleto de cuerpos tirados por el suelo! 
Los subterrestres se encontraban de una forma extraña; envueltos por lo que parecían ser capullos, y recubiertos de esa baba asquerosa (a simple vista, los capullos tenían gran tamaño. Eran de color rosado con partes blancas. Parecían tener varias capaz de aquella viscosidad que, desprendían las sanguijuelas de su boca. Y algo traslúcidos ya que, podían observarse, en menor medida, la silueta de los subterrestres en su interior).
Cuando observaron eso, se dieron cuenta de que, no había presencia de las sanguijuelas ni tampoco de algún otro habitante.
¡Querían saber qué demonios eran aquéllos montículos en forma de de huevo!, por lo que, se acercaron lo suficiente como para quitarse las dudas... 
¡Habían aproximadamente cincuenta capullos en el lugar!
Se encontraban fijados en las paredes de las casas, en los techos y en el medio del camino. 
La baba que, se hallaba al rededor de los huevos, formaba como una especie de tela de arañas que, mantenía el sostén de los capullos, y a su vez, se extendía por el lugar, abarcando mayor a superficie.
Éstos montículos, latian a un ritmo sincrónico y moderado, lo justo y necesario como para que, los sobrevivientes notaran dichos movimientos.
Fue entonces, cuando el emisario Pastor, se acercó a una de ésas cosas para, intentar abrirla con su lanza a la distancia. Y de un corte rápido y sagaz, abrió una de éstas capas, haciendo que el huevo provocara cambios en sus espasmos. Continuó abriendo más capas hasta que, se topó con una bien resistente; pero al romperla, una gran cantidad de la sustancia viscosa, salió despedida, vaciando el interior del capullo, y liberando a la persona apresada.
¡Era uno de los guerreros de la Horda, quién se encontraba totalmente diferente! 
Su aspecto de piel había cambiado a un color más oscuro. Tenía algunas deformaciones en su rostro y en sus manos. Por otro lado, su respiración había cambiado radicalmente, volviéndose más acelerada. Por último, había realizado unos sonidos extraños, mientras parecía que se estaba quedando sin aire. 
¡Y de pronto, empezó a sacudirse en el suelo durante algunos minutos, para luego dejar de respirar de la nada!
En ese preciso instante, se percataron de que, algo su cuerpo quería salir (ya que, desde su pecho, podía verse como algo se movia, dando la impresión de que algo saldría a la fuerza desde dentro).
¡Acto seguido, se rompió su caja torácica!
La sangre que había salido despedida era de color negra, y entre esa putrefacción, apareció de golpe una sanguijuela (misma que, estaba cubierta de baba y sangre negra. Pero con un aspecto más desagradable ya que, estaba más gorda, debido a la sangre acumulada en su interior). 
Sólo llegó a desplazarse por unos metros, hasta que, terminó por morirse a medio camino.
Entonces, todos los presentes, ¡Sin comprender qué fue lo que había sucedido!, tomaron al parásito, metiéndolo en una caja. Enseguida, observaron con detenimiento todo el lugar, para saber si las sanguijuelas aún rondaban por ahí. Pará finalmente, irse corriendo rápidamente, para tratar de llegar a las mazmorras.

[...] 

Capítulo VI: La Invasión de los Parásitos

¡¿Cómo íbamos a saber qué las sanguijuelas estuvieron ocultas todo este tiempo, en el interior de las rocas del techo?!, ¡¿Qué el olor de la sangre derramada, durante los sacrificios, atraerían a esas malditas cosas?!
¡La realidad era qué... la sangre humana, las atraía como moscas!, 
¡Y el Mundo subterráneo, las recibió con un enorme banquete! 

[...] 

Cuando las sanguijuelas empezaron a caer del techo, no entendíamos nada de lo que estaba sucediendo... al menos no, hasta que la primera de ésas cosas, cayó encima del prisionero, que yacía acostado en el suelo...a punto de ser desmembrado por el clan de la Horda. 
La pequeña criatura, había caído sobre las piernas del reo, quién aún permanecía inmóvil. Y ésta, se fue desplazando con sigilo, aproximándose cada vez más, a la región del tórax. Cuando los miembros del clan la vieron moverse, arrojaron las cuerdas, dejando libre al prisionero, para acercarse a observar mejor a la raptera. Fue en ese preciso momento, cuando ésta, notó las vibraciones de los movimientos, provocados por los subterrestres.
¡Y de forma brusca, se irguió sobre el afortunado, y al fin, hombre libre! 
Su piel lucía muy bien protegida, como una especie de coraza rígida, de escamas o algo similar a otro tipo de protección animal; con un color púrpura oscuro, casi en su totalidad. Pero con algunas manchas rojizas, en algunas zonas internas, que se podían captar, desde pequeños huecos en su revestimiento. 
En el instante, en que está, se extendió a lo largo. Se pudo notar, una parte inferior más desprotegida. 
Pero cuando uno de los guerreros, se arrimó cautelosamente para tocarla. El parásito, respondió automáticamente, sorprendiéndolos a todos. Puesto que, estaban presenciando algo raro. 
De la parte superior de su cabeza, se asomaron dos antenas alargadas, que habían permanecidas ocultas hasta entonces. Éstas mismas, empezaron a emitir unas extrañas vibraciones, justo antes de que, el revestimiento de su cabeza se fragmentara... dejando ver a su boca, abriéndose lentamente. Y desde el interior de la misma, se pudo notar con total claridad, parte de su morfología interna. Acto seguido, realizó un chillido muy molesto, semejante al sonido que producían las serpientes de cascabel. 
¡Y empezó a agitar su cuerpo, como si se estuviera sintiendo amenazada!
En consecuencia, al llamado, las sanguijuelas aparecieron de la nada misma.
Empezaron a caer a montones, desde lo alto, encima de toda la ciudad; y a desplazarse por las superficies de toda la urbe subterránea.
¡Salieron con tanta ferocidad, desde las oscuras grietas del techo, de una manera tan rápida y tan violenta, qué todos pudieron notarlo! 
Los clanes, podían ver desde lejos, la colonia entera, avecinándose hacia ellos. 
Algunas, podían volar por los aires y planear. Y otras, brincar, desde los techos de las casas o saltar de pared en pared.
¡Para sorpresa de todos, el siguiente estupor inesperado estaba a punto de dar a luz! 
El guerrero, quién se había asustado por la reacción del "bicho", se echó hacia atrás. Pero en un acto de coraje, quiso apartarlo con su arma, dándole un golpe fuerte; sólo para lograr que, éste, se enfureciera casi de manera instantánea, y le saltara encima. 
Con dicho brinco, alcanzó su brazo derecho, haciendo que éste, dejara caer el arma, del susto provocado. Luego, se desplazó rápidamente, dirigiéndose hacia su espalda. 
¡Entonces, lo extraño, volvió a ocurrir!

¡La apariencia de la intrusa estaba cambiando! Puesto que, desde el interior de su boca, cubierta de saliva, se fue asomando, lo que parecía ser otra boca interna, más pequeña (era la probóscide... un órgano con forma de "trompa", como las que tienen los gusanos, las sanguijuelas, los insectos y otros animales que también presentan éstas trompas particulares). Este órgano extraño que, poseía aquélla sanguijuela, era muy contractil; con la capacidad de invaginarse o evaginarse, con suma facilidad y rapidez . Por dentro, presentaba mandíbulas dentadas. Y en su exterior, estaba aislada y recubierta por la protección de la coraza. 

[...] 

Lo que nadie se esperó de la alimaña, era que mordiera con velocidad, al guerrero distraído. 
¡Por unos segundos, los presentes, no podían desprender la mirada de la criatura! 
La misma, le estaba succionando la sangre del cuerpo, con esa trompa asquerosa. Podía verse con claridad, como se abastecía de sangre; bombeándola directamente, hacia el interior del parásito. 
El soldado, intentó con todas las fuerzas, sacudirse con desesperación, mientras se encontraba aquejandosé del terrible dolor. Lo intentaron ayudar como pudieron, sujetándolo con muchas fuerzas, mientras los otros, hacían lo posible para quitarle la "lombriz" de encima. Pero al intentar tomarla por la fuerza, uno de los guerreros se cayó el suelo, con lo que parecía ser el parásito en sí, entre sus manos. Fue ahí, cuando se dieron cuenta de que, la criatura aún permanecía aún en el cuerpo del sujeto; intentando excavar, para introducirse dentro. 
Lo que en realidad tenía en las manos, aquél subterrestre, no era más que, la coraza de aquélla "babosa". 
Intentaron detenerla una vez más, pero su cuerpo era muy viscoso y resbaladizo... ¡Casi imposible de sujetar!, ¡No pudieron hacer nada! 
Y entre los alaridos del guerrero, la "viscosa", se había desvanecido por completo, en menos de quince segundos. 
En consecuencia, el atacado, se desplomó contra el suelo, retorciendose de agonía. Hasta que dejó de moverse... 
¡Todos pensaron que se había muerto!

[...]

Los emisarios, no podían creer todo lo que habían presenciado hasta el momento. Habían permanecidos ocultos y en silencio, detrás de los guerreros, para su propia protección. 
Pero tras ver todo lo ocurrido, despidieron intervenir e intentaron moverlo, para averiguar si aún se encontraba con vivía.
¡Pero nunca más respondió! 
Intentaron quitarle a la invasora del cuerpo o al menos ver donde se encontraba alojada. ¡Pero fue inútil! Porque el orificio que había dejado, era muy pequeño y demaciado profundo. 
Y en un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo desvanecido, empezó a convulsionar. Primero, empezó a sacudir las manos y los pies, de manera involuntaria; luego, abrió los ojos con fuerza, y pudieron notar, que las pupilas estaban extrañas. 
Pero, lo más inquietante y perturbador, fue el momento en que el combatiente, empezó a despedir sangre por todos los orificios de su cabeza (boca, nariz, oídos y ojos). Y de manera repentina, se inclinó; sólo para abrir su boca, y liberar un grito desgarrador. 
Por último, se volvió a desplomar en el suelo, para dejar de emitir señales de movimientos. 
¡Lo acontecido, despertó el horror de todos, haciendo qué se alejaran muy preocupados! 
En ese momento, alzaron la mirada hacia el pueblo, tras empezar a escuchar, gritos provenientes de allí. ¡Gritos espantosos, semejantes al qué habían presenciado recientemente! 
Por tal motivo, decidieron dejar tanto al guerrero moribundo, como al prisionero en estado de shock; en el tribunal de la Horda, para dirigirse al pueblo rápidamente.

[...] 

Pará el miedo de todos, se encontraron con la escena desagradable, de ver como éstos parásitos, estaban atacando sin piedad, a todos los subterrestres. 
Algunos, habían logrado matar algunas de ésas sanguijuelas, a duras penas... ¡Pero seguían apareciendo sin parar!
De golpe, comenzaron a amedrentarce contra los guerreros, que se encontraban protegiendo a la tríada divina. Haciendo que éstos, retrocedieran lo suficientemente lejos, como para huír del ataque. 
Por otra parte, el clan de los Antropófagos, se había atrincherado en las mazmorras, junto al resto de los cuerpos mutilados. Ellos, se habían asegurado de tener bastante comida, por sí debían permanecer mucho tiempo encerrados en aquél lugar. 
Mientras que los demás subterrestres, trataban de huír asustados, y de esconderse dentro de sus casas o en cualquier lugar que brindara seguridad. 
¡Pero nada de eso sirvió, y fue en vano! 
Ya que, las mazmorras fueron invadidas, por una inmensa cantidad de ésas cosas que; veían siguiendo el rastro y el olor a sangre, de los cuerpos que estaban bastante cerca.
También, muchos de los integrantes de los demás clanes, que no lograron ocultarse a tiempo en sus hogares, fueron arremetidos por otro grupo de parásitos. 
Toda la ciudad había sido infectada, de cuerpos extendidos por el suelo, que habían sido agredidos de la peor manera. 
¡Era un festín de sangre! 
No había mucho por hacer, más que sólo intentar escapar del lugar. 
¡Era la única jugada qué les quedaba por hacer!
A la triada divina, no le quedó más opción, que tratar de salvar a los sobrevivientes del lugar; intentar fugarse, buscando la salida hacia el mundo exterior.
Debían romper, valga la redundancia, 
con la regla inquebrantable; considerada como la peor de las traiciones del Tercer Mundo. 
¡Olvidar a los Dioses, y renunciar al Rito Sacramental de la Horda! 
¡Era eso o quedarse a perecer!,
¡Y nadie quería permanecer en un lugar donde acechaba la muerte!
¡Era momento de abandonar las tradiciones y las reglas, para aferrarse a la supervivencia! 
La fuga se venía venír... Pero... ¿Lo lograrían a tiempo?

[...]

Capítulo V: Los sacrificios

Todos los clanes permanecieron a la espera, en aquéllas ruinas tenebrosas, iluminadas por algunas antorchas. El alarido de los reos, atados a los maderos, comenzó a escucharse.
El miedo los inundó rápidamente. Y el sudor frío, recorrió sus cuerpos, ya fatigados, de permanecer en pie.
Fue entonces, cundo algunos de ellos empezaron a suplicar, con lágrimas en los ojos, el perdón de los clanes. Tan sólo uno, fue quien mantuvo la mirada fija en el suelo, sin expresar nada. Quedándose inerte en aquel lugar, pese a las quejas de los demás.
¡Ser desmembrado, no le preocupó en lo más mínimo!
Aquella debilidad metal, expuesta delante de la tríada divina, no fue más que un acto de deshonra.
Dicha humillación, sólo despertó el enojo de los emisarios, haciendo que no pierdan más el tiempo. Por lo que, sujetaron, firmemente sus armas, y dieron un paso al frente. 
El Verdugo, exigió que desataran a los tres reos que pagarían sus castigos, con el clan de los Caníbales. Y encomendó en manos de su líder, las vidas de los desgraciados. 
Una vez que amarraron todas las extremidades, con cadenas de hierro, los antropófagos, las estiraron de modo tal que, quedaron inmovilizados. 
Entonces, ¡Se dio la orden, y el festín comenzó de una vez por todas! 
Al primer preso, se le abalanzaron cuatro caníbales. Uno de ellos, mordió directamente su cuello; otro... había alcanzado a uno de sus brazos. Por último, los dos restantes, atacaron partes de su tórax. 
Con mordidas salvajes, le arrancaron carne del torso; masticándola frente a sus ojos, mientras agonizaba del dolor.


¡La sangre cayó a borbotones!, y desesperado, intentó escapar del ataque brutal.
¡Aunque fue imposile escapar, dada la situación en la qué se encontraban todos! 
Los otros dos prisioneros, gritaron espantados, mientras vieron como se devoraron a su compañero. 
Otros antropófagos, habían participado, para tomar parte del banquete.

A duras penas, soportó, como le arrancaron casi toda la carne del cuerpo (ya carcomido). Para luego, pidir a gritos, que lo mataran de una vez por todas. Entonces el líder del clan, se acercó con rapidez, sacando un cuchillo (echo con un hueso humano, super afilado y punteagudo... que traía colgado en su cuello). Sin dar aviso, lo apuñaló en su estómago; y muy lentamente, cortó hacia arriba, dejando caer al suelo, todas sus entrañas. 

Ya mutilado, otros caníbales, devoraron las tripas esparcidas por el piso. Hasta que, de pronto, dejó de respirar... ¡Dejando una expresión en su rostro, qué nadie iba a poder olvidar jamás! 
Posteriormente, para continuar con los rituales, llevaron arrastrando el cuerpo, hacia las Mazmorras... dejando un camino cubiero de sangre.

[...]

Habían colocado al siguiente condenado a ser sacrificado. Pero en un intento de escape, salió corriendo inútilmente. Puesto que, el Verdugo con su hacha, le extirpó de un corte limpio, una de sus piernas. 
¡El show sanguinario fue atroz para ese reo, por el intento de fuga! 
Ya que, se le aventaron varios caníbales al mismo tiempo, para despellejarlo vivo con sus propias manos. 
¡Sus gritos desgarradores, atormentaron a los demás culpables! Mientras sufría... los devoradores, se comieron la pierna faltante y sus dos brazos. Hasta que por fin, uno de ellos, le arrancó la tráquea del cuello, de una mordida. Y mofandosé de su agonía, la escupió delante de sus narices, para que, de poco a poco, sus ojos se cerraran para siempre.
Otra vez, se llevaron el cuerpo, directo hacia las mazmorras. Donde los restos serían acabados más adelante, como de costumbre. 
El tercer recluso... ¡Sabiendo qué el siguiente era él!, se arrodilló, temblando de miedo. Pero el líder caníbal, lo levantó con tremenda fuerza, sujetándolo desde el cuello. 
¡Y una vez, de pie!, le introdujo sus dos pulgares, en las cuencas oculares, reventándole ambos ojos.
Le sujetó con firmeza la cabeza, ya que se partía del calvario (sintiendo en carne propia, la agonía de sus compañeros ya asesinados). Luego, otro miembro caníbal... clavó en el interior de su boca, unos ganchos espantosos, sujetados a cadenas. Y mientas gritó desconsoladamente;
estiró las mismas, con tanta fuerza, que terminó por desprederle la mandíbula inferior de su rostro. 
¡No había forma de describir esa imagen horripilante!;
¡Definitivamente, era una puesta en escena traumática para los demás condenados! 
El prisionero moribundo, calló al suelo, y los demás antropófagos, devoraron su cuerpo totalmente estropeado. 
Con el tercer cuerpo abandonado,
en las mazmorras, el castigo del clan Caníbal culminó.

[...]

Las siguentes tres víctimas enjuiciadas, se enfrentaron a las torturas más crueles de la época...
En el instante, en que los guerreros prepararon a los tres convictos, el resto del clan de la Horda, alistó los diferentes dispositivos de tortura. 
¡Nunca importó si los condenados sufrían. Tampoco si pedían clemencia, si estaban en agonía, ni tampoco si eran jóvenes o mayores de edad! (como era en uno de éstos casos, donde habían condenado a jovencito, de unos veinte años de edad). 
El primer instrumento de tortura que se trajo al estrado, fue el denominado "Potro" (una tabla plana, con sogas en cada esquina de la misma, para amarrar las extremidades de los prisioneros. Conectada a un perno, que cuando éste era encendido, jalaba las sogas en direcciones opuestas, dislocando en el mejor de los casos dichas extremidades y en el peor desmembrándolas). 
A la fuerza, llevaron al primer prisionero, junto al terrorífico instrumento de tortura. Y una vez sujetado a éste, lo encendieron. 
De a poco, las sogas empezaron a estirar, tanto las piernas como los brazos. Y en cuestión de minutos, se escuchó el rechinido de los engranajes oxidados. 
¡Luego, el verdadero tormento inició!,
Y mientras los gritos de dolor del reo empeoraron, se oyeron sus huesos, rompiéndose drásticamente.
Fueron los brazos, los primeros que se desprendieron del cuerpo. 
¡La sangre no paró de caer!, ¡Los gritos tampoco cesaron!

Al instante, ambas piernas, se destrozaron también (dejado aquel Potro, totalmente ensangrentado)

Y aquel acto sanguinario finalizó, con un guerrero, llevándose el cuerpo desmembrado, hacia las mazmorras

[...]

Habían preparado al jovencito para la siguiente tortura... quien, permaneció en estado de shock. 
Fue entonces, cuando acercaron el siguiente dispositivo sádico. 
Era ni más ni menos, que el "Toro de Falaris" (una estatua hueca de bronce, en forma de Toro, donde se colocaban en su interior a los prisionerosY debajo de la estatua, se encendía una hoguera, volviendo al instrumento, un enorme horno). Cuando el chico observó aquélla cosa, entró en desesperación, lloró desconsoladamente y suplicó compasión. 
Entonces, el emisario Verdugo (con una sonrisa de oreja a oreja), arrastró al chico, sujetándolo del pelo. Y con ayuda de algunos guerreros, lo metieron dentro del Toro
El fuego, se incrementó en el interior de la estatua, volviéndolo un horno infernal e indescriptible. Sólo pasaron algunos minutos para que, comenzaron a oírse, los alaridos desgarradores del jovencito, a través de la boca del Toro (Según cuenta la leyenda, los gritos de las personas torturadas con aquel dispositivo, se oían como si la escultura, estuviera mugiendo de verdad).
Al cabo de un tiempo, apagaron la hoguera... y sacaron el cuerpo del muchacho, totalmente calcinado. Se llevaron el dispositivo lejos, y dejaron el cadáver, en las mazmorras, junto a todos los demás.

[...] 

¡Aún quedaba un prisionero más por ser castigado con torturas! 
¡A éste último, directamente lo empalaron(El "Empalamiento", era un método de tortura y de ejecución, donde la víctima era atravesada por una estaca. La penetración podía realizarse por un costado, por el recto, la vagina o por la boca de la víctima. Y la estaca, se solía clavar en el suelo, dejando a la víctima colgada para que muriera). 
Amarrándolo con sogas... lo alzaron para que alcanzara la altura del dispositivo, dónde lo clavaron sin piedad; no sin antes, atar en sus piernas, rocas grandes, para que con todo el peso, se empalara aún más.
(¡La famosa tortura que utilizó Vlad Draculea, más conocido como el "Conde Drácula", en los tiempos antiguos!). 
Sin dudas, aquel espectáculo, dio como resultado una muerte espantosa (el reo sufrió por horas, la perforación que, había salido por un costado de su torso, traspasando algunas cosillas y varios órganos). 

[...] 

Las torturas terminaron de aquélla manera. 
Solamente, quedó por cumplir la condena del último prisionero. Quien sería desmembrado por el clan de la Horda
Dicho sujeto, pese a todo lo que había presenciado, nunca quitó la mirada del suelo. 
Fue entonces, cuando los mismos emisarios, lo arrastraron al centro del estrado, atando cada una de sus extremidades. Iban a jalar de las cuerdas con ayuda de varios guerreros; quienes en simultáneo, y en distintas direcciones, descuartizarían al preso. 
Lo acostaron en el suelo, y todos se prepararon para comenzar con la tortura. Pero fue en ese preciso momento, cuando el prisionero, mirando hacia el techo rocoso, observó algo sumamente extraño. 
Era la colonia entera de sanguijuelas, reptando por la superficie del techo; desplazándose velozmente por las paredes. Y de un momento a otro, empezaron a caer al suelo, sobre las casas y sobre los subterrestres que yacían debajo de la plaga en sí. 
¡La invasión de los malditos parásitos, había llegado al Tercer Mundo!; ¡Nadie se imaginaba lo qué estaba a punto de ocurrir! 

[...] 

Capítulo IV: El Ritual Sacramental de la Horda

El Ritual Sacramental de la Horda comenzó, cuando el emisario Orador se puso de pie, y se dirigió hacia el altar. Allí, se encontraba el libro que contenía las sagradas escrituras (mismo queestaba recubierto y cosido con piel humana, ya desgastada por el tiempo)
El Orador, había tomado el libro... ¡Y mostrándolo a todos, lo besó! 
Volvíendo a colocar la reliquia, en el pedestal; lo abrió, para buscar entre sus páginas polvorientas, el capítulo de la salvación. Y mientras lo leía en vos alta, alzando su manos, profetizaba sobre la redención.
¡Todos los clanes se inclinaban ante los ojos de los Dioses
Volvíendo a recurrir a las páginas amarillentas, el Orador, buscó aquel capítulo, que contenía las palabras indicadas sobre los sacrificios. Luego, se dirigió hacia el centro del estrado, justo delante de los siete prisioneros, amarrados a los maderos. 
Y dirigiendo su mirada hacia sus dos compañeros; sacó detrás de su cintura, una daga filosa (envuelta en un trozo de tela roja percudida).
Fue entonces, cuando extendió su mano derecha, para realizarse un pequeño corte en el antebrazo. La sangre, comenzó a caer gota a gota, desparramandose por el suelo. Y mientras se drenava, el emisario Verdugo se aproximó al Orador. Éste, se puso de rodillas frente a él; para recibir en su frente, la marca de los Dioses. Y con dicho emblema aún fresco, empezó a dar vueltas en circulos, rodeando a los reos. Lo hacía, mientras iba recitando parte de las sagradas escrituras. Y de un momento a otro, sacó de su espalda, un hacha enorme (manchada y recubierta de sangre vieja, con algunas partes oxidada... con un filo que podía atravesar cualquier cosa)
Yacía dando vueltas, mientras ostentaba su devoción por su arma y por los Dioses.
A lo que el Orador, extendió su otro brazo, y procedió a volver a realizarse otro pequeño corte con la daga... ¡Salpicando más de su sangre!
De la izquierda, se acercó el emisario Pastor, para volver a repetir el acto anterior. Puesto que, se arrodilló, y fue marcado con el símbolo nuevamente; procedió a dar vueltas, pero en sentido contrario al Verdugo. Y mientras predicaba, sobre el origen de los clanes, desenfundó su lanza, y la levantó para que todos los presentes, contemplaran su majestuosidad.

[...]

Una vez finalizado, con el rito de las escrituras, la tríada divina, debía de llevar a cabo los sacrificios correspondientes. 
De ahí en más, la situación comenzó a ponerse tensa; el sudor frío de los prisioneros recorría sus cuerpos amarrados, y el miedo se expandió rápidamente. 
Por su parte, la tríada, se inclinó para hacerle reverencia a los Dioses una última vez; marcando con sangre, a cada uno de los condenados.
Para ello, harían uso de los sellos (guardados en un pequeño cajón de madera antigua, justo detrás del altar); éstos, indicaban los castigos que se debían de llevar a cabo según el delito que se había cometido. Siendo éstos: (el sello del pecado, el sello de la tortura y el sello de la traición).

[...]

Cuando  terminaron de marcar a los reos, el Verdugo, realizó un gesto con su cabeza, mandando a llamar a los guerreros de la Horda
Entonces, empezaron a aparecer con sus diferentes herramientas de torturas... asustando a los prisioneros, para sembrar más miedo del que ya existía. A causa de esto, el Pastor, terminó por dirigirse, hacia el lugar donde se encontraba el clan de los Antropófagos; posicionándose, junto al líder del clan, para hacerlo partícipe de lo que se venía. 
¡El sacrificio qué, pondría contento a los Dioses, estaba por iniciar! 
Y el Verdugo, con su hacha en manos, estaba preparado para castigar a todos los subterrestres que se atrevieron a pecar.

[...] 

Capítulo IX (Parte A) : Los primeros mutantes [Metamorfos]

Los subterrestres del Tercer Mundo , fueron los primeros humanos, en tener contactos con los "Metamorfos"  .  Hasta el momento, ...