¡La realidad era qué... la sangre humana, las atraía como moscas!,
¡Y el Mundo subterráneo, las recibió con un enorme banquete!
[...]
Cuando las sanguijuelas empezaron a caer del techo, no entendíamos nada de lo que estaba sucediendo... al menos no, hasta que la primera de ésas cosas, cayó encima del prisionero, que yacía acostado en el suelo...a punto de ser desmembrado por el clan de la Horda.
La pequeña criatura, había caído sobre las piernas del reo, quién aún permanecía inmóvil. Y ésta, se fue desplazando con sigilo, aproximándose cada vez más, a la región del tórax. Cuando los miembros del clan la vieron moverse, arrojaron las cuerdas, dejando libre al prisionero, para acercarse a observar mejor a la raptera. Fue en ese preciso momento, cuando ésta, notó las vibraciones de los movimientos, provocados por los subterrestres.
¡Y de forma brusca, se irguió sobre el afortunado, y al fin, hombre libre!
Su piel lucía muy bien protegida, como una especie de coraza rígida, de escamas o algo similar a otro tipo de protección animal; con un color púrpura oscuro, casi en su totalidad. Pero con algunas manchas rojizas, en algunas zonas internas, que se podían captar, desde pequeños huecos en su revestimiento.
En el instante, en que está, se extendió a lo largo. Se pudo notar, una parte inferior más desprotegida.
Pero cuando uno de los guerreros, se arrimó cautelosamente para tocarla. El parásito, respondió automáticamente, sorprendiéndolos a todos. Puesto que, estaban presenciando algo raro.
De la parte superior de su cabeza, se asomaron dos antenas alargadas, que habían permanecidas ocultas hasta entonces. Éstas mismas, empezaron a emitir unas extrañas vibraciones, justo antes de que, el revestimiento de su cabeza se fragmentara... dejando ver a su boca, abriéndose lentamente. Y desde el interior de la misma, se pudo notar con total claridad, parte de su morfología interna. Acto seguido, realizó un chillido muy molesto, semejante al sonido que producían las serpientes de cascabel.
¡Y empezó a agitar su cuerpo, como si se estuviera sintiendo amenazada!
En consecuencia, al llamado, las sanguijuelas aparecieron de la nada misma.
Empezaron a caer a montones, desde lo alto, encima de toda la ciudad; y a desplazarse por las superficies de toda la urbe subterránea.
¡Salieron con tanta ferocidad, desde las oscuras grietas del techo, de una manera tan rápida y tan violenta, qué todos pudieron notarlo!
Los clanes, podían ver desde lejos, la colonia entera, avecinándose hacia ellos.
Algunas, podían volar por los aires y planear. Y otras, brincar, desde los techos de las casas o saltar de pared en pared.
¡Para sorpresa de todos, el siguiente estupor inesperado estaba a punto de dar a luz!
El guerrero, quién se había asustado por la reacción del "bicho", se echó hacia atrás. Pero en un acto de coraje, quiso apartarlo con su arma, dándole un golpe fuerte; sólo para lograr que, éste, se enfureciera casi de manera instantánea, y le saltara encima.
Con dicho brinco, alcanzó su brazo derecho, haciendo que éste, dejara caer el arma, del susto provocado. Luego, se desplazó rápidamente, dirigiéndose hacia su espalda.
¡Entonces, lo extraño, volvió a ocurrir!
¡La apariencia de la intrusa estaba cambiando! Puesto que, desde el interior de su boca, cubierta de saliva, se fue asomando, lo que parecía ser otra boca interna, más pequeña (era la probóscide... un órgano con forma de "trompa", como las que tienen los gusanos, las sanguijuelas, los insectos y otros animales que también presentan éstas trompas particulares). Este órgano extraño que, poseía aquélla sanguijuela, era muy contractil; con la capacidad de invaginarse o evaginarse, con suma facilidad y rapidez . Por dentro, presentaba mandíbulas dentadas. Y en su exterior, estaba aislada y recubierta por la protección de la coraza.
[...]
Lo que nadie se esperó de la alimaña, era que mordiera con velocidad, al guerrero distraído.
¡Por unos segundos, los presentes, no podían desprender la mirada de la criatura!
La misma, le estaba succionando la sangre del cuerpo, con esa trompa asquerosa. Podía verse con claridad, como se abastecía de sangre; bombeándola directamente, hacia el interior del parásito.
El soldado, intentó con todas las fuerzas, sacudirse con desesperación, mientras se encontraba aquejandosé del terrible dolor. Lo intentaron ayudar como pudieron, sujetándolo con muchas fuerzas, mientras los otros, hacían lo posible para quitarle la "lombriz" de encima. Pero al intentar tomarla por la fuerza, uno de los guerreros se cayó el suelo, con lo que parecía ser el parásito en sí, entre sus manos. Fue ahí, cuando se dieron cuenta de que, la criatura aún permanecía aún en el cuerpo del sujeto; intentando excavar, para introducirse dentro.
Lo que en realidad tenía en las manos, aquél subterrestre, no era más que, la coraza de aquélla "babosa".
Intentaron detenerla una vez más, pero su cuerpo era muy viscoso y resbaladizo... ¡Casi imposible de sujetar!, ¡No pudieron hacer nada!
Y entre los alaridos del guerrero, la "viscosa", se había desvanecido por completo, en menos de quince segundos.
En consecuencia, el atacado, se desplomó contra el suelo, retorciendose de agonía. Hasta que dejó de moverse...
¡Todos pensaron que se había muerto!
[...]
Los emisarios, no podían creer todo lo que habían presenciado hasta el momento. Habían permanecidos ocultos y en silencio, detrás de los guerreros, para su propia protección.
Pero tras ver todo lo ocurrido, despidieron intervenir e intentaron moverlo, para averiguar si aún se encontraba con vivía.
¡Pero nunca más respondió!
Intentaron quitarle a la invasora del cuerpo o al menos ver donde se encontraba alojada. ¡Pero fue inútil! Porque el orificio que había dejado, era muy pequeño y demaciado profundo.
Y en un abrir y cerrar de ojos, el cuerpo desvanecido, empezó a convulsionar. Primero, empezó a sacudir las manos y los pies, de manera involuntaria; luego, abrió los ojos con fuerza, y pudieron notar, que las pupilas estaban extrañas.
Pero, lo más inquietante y perturbador, fue el momento en que el combatiente, empezó a despedir sangre por todos los orificios de su cabeza (boca, nariz, oídos y ojos). Y de manera repentina, se inclinó; sólo para abrir su boca, y liberar un grito desgarrador.
Por último, se volvió a desplomar en el suelo, para dejar de emitir señales de movimientos.
¡Lo acontecido, despertó el horror de todos, haciendo qué se alejaran muy preocupados!
En ese momento, alzaron la mirada hacia el pueblo, tras empezar a escuchar, gritos provenientes de allí. ¡Gritos espantosos, semejantes al qué habían presenciado recientemente!
Por tal motivo, decidieron dejar tanto al guerrero moribundo, como al prisionero en estado de shock; en el tribunal de la Horda, para dirigirse al pueblo rápidamente.
[...]
Pará el miedo de todos, se encontraron con la escena desagradable, de ver como éstos parásitos, estaban atacando sin piedad, a todos los subterrestres.
Algunos, habían logrado matar algunas de ésas sanguijuelas, a duras penas... ¡Pero seguían apareciendo sin parar!
De golpe, comenzaron a amedrentarce contra los guerreros, que se encontraban protegiendo a la tríada divina. Haciendo que éstos, retrocedieran lo suficientemente lejos, como para huír del ataque.
Por otra parte, el clan de los Antropófagos, se había atrincherado en las mazmorras, junto al resto de los cuerpos mutilados. Ellos, se habían asegurado de tener bastante comida, por sí debían permanecer mucho tiempo encerrados en aquél lugar.
Mientras que los demás subterrestres, trataban de huír asustados, y de esconderse dentro de sus casas o en cualquier lugar que brindara seguridad.
¡Pero nada de eso sirvió, y fue en vano!
Ya que, las mazmorras fueron invadidas, por una inmensa cantidad de ésas cosas que; veían siguiendo el rastro y el olor a sangre, de los cuerpos que estaban bastante cerca.
También, muchos de los integrantes de los demás clanes, que no lograron ocultarse a tiempo en sus hogares, fueron arremetidos por otro grupo de parásitos.
Toda la ciudad había sido infectada, de cuerpos extendidos por el suelo, que habían sido agredidos de la peor manera.
¡Era un festín de sangre!
No había mucho por hacer, más que sólo intentar escapar del lugar.
¡Era la única jugada qué les quedaba por hacer!
A la triada divina, no le quedó más opción, que tratar de salvar a los sobrevivientes del lugar; intentar fugarse, buscando la salida hacia el mundo exterior.
Debían romper, valga la redundancia,
con la regla inquebrantable; considerada como la peor de las traiciones del Tercer Mundo.
¡Olvidar a los Dioses, y renunciar al Rito Sacramental de la Horda!
¡Era eso o quedarse a perecer!,
¡Y nadie quería permanecer en un lugar donde acechaba la muerte!
¡Era momento de abandonar las tradiciones y las reglas, para aferrarse a la supervivencia!
La fuga se venía venír... Pero... ¿Lo lograrían a tiempo?
[...]
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