Pero pudieron conseguir a tiempo un refugio abandonado que, les brindó seguridad de momento.
Una vez dentro, arrastraron un mueble hacia la puerta, para que cubriera la entraba y los protegiera de la amenaza.
¡Necesitaban un plan para evitar a las malditas "chupasangre", y poder llegar a las compuertas ilesos!
Debían evitar llamar la atención de los parásitos ya que, estaban asechándolos afuera.
Por alguna razón, los habían localizado en ese lugar, pero no podían entrar.
Y encerrados, se les dificultó pensar con claridad. Debido a que, podían escuchar el chillido molestó que, provocaban aquellas malditas cosas, agitando sus cuerpos.
No sabían si alguien más habia logrado huír u ocultarse a tiempo.
¡Tenían que salir para comprobarlo!
Tratar de contactarse con otros subterrestres, para ganar fuerzas, y dirigirse al punto de acceso que, los llevaría fuera del alcance de la infección.
Entonces, el objetivo era salir del lugar y hallar sobrevivientes. Pero lo más importante, era encontrar a los líderes de los demás clanes (del clan de los antropófagos y del clan de los subterrestres). Ya que, éstos, tenían en su posesión las dos llaves restantes que, permitirían el acceso a las compuertas blindadas (Las compuertas de seguridad, separaban a la ciudad subterránea, de un alero estrecho. Mismo que, conducía en una primera instancia, al depósito de armas, y en otra, al almacén donde se guardaban los recursos intercambiados con el Mundo Medio. El recorrido finalizaba más adelante, con el ascensor de carga que, conectaba con una base militar de la superficie terrestre).
Dichas compuertas, cumplían la función hermética y de sellado, para mantener aislado al Tercer Mundo. Y la única manera de acceder a ellas, era activando el generador del cuarto de controles, colocar las tres llaves magnéticas, y activarlas manualmente desde, un computador instalado al lado del acceso.
[...]
El Orador, tenía consigo una de las llaves magnéticas. Por lo que, la misión que debían de llevar a cabo era recuperar aquéllas dos llaves faltantes, y localizar a los otros dos líderes.
Al líder caníbal, se lo había visto por última vez en las mazmorras, siendo atacado, junto a todo su clan, por una parte de la colonia de parásitos.
Del otro jefe, aún no tenían información de su paradero.
¡Podía estar oculto en cualquier sitio de la urbe!
Pero tenían que estar dispuestos a correr el riesgo, si querían escapar del lugar; sin la garantía de saber si permanecían o no con vida.
¡Si no encontraban las llaves magnéticas, no tendrían forma de llegar al exterior!
[...]
Tras haber permanecido por más de una hora en aquel lugar, se dieron cuenta de que, el sonido molesto provocado por las sanguijuelas, ya no se escuchaba. Tampoco se percataron de ningún otro sonido que delatara la actividad de otros subterrestres.
¡Fue entonces, cuando decidieron salir para comprobar qué era lo que estaba sucediendo afuera!,
¡Y para sorpresa de todos... se encontraron con el lugar repleto de cuerpos tirados por el suelo!
Los subterrestres se encontraban de una forma extraña; envueltos por lo que parecían ser capullos, y recubiertos de esa baba asquerosa (a simple vista, los capullos tenían gran tamaño. Eran de color rosado con partes blancas. Parecían tener varias capaz de aquella viscosidad que, desprendían las sanguijuelas de su boca. Y algo traslúcidos ya que, podían observarse, en menor medida, la silueta de los subterrestres en su interior).
Cuando observaron eso, se dieron cuenta de que, no había presencia de las sanguijuelas ni tampoco de algún otro habitante.
¡Querían saber qué demonios eran aquéllos montículos en forma de de huevo!, por lo que, se acercaron lo suficiente como para quitarse las dudas...
¡Habían aproximadamente cincuenta capullos en el lugar!
Se encontraban fijados en las paredes de las casas, en los techos y en el medio del camino.
La baba que, se hallaba al rededor de los huevos, formaba como una especie de tela de arañas que, mantenía el sostén de los capullos, y a su vez, se extendía por el lugar, abarcando mayor a superficie.
Éstos montículos, latian a un ritmo sincrónico y moderado, lo justo y necesario como para que, los sobrevivientes notaran dichos movimientos.
Fue entonces, cuando el emisario Pastor, se acercó a una de ésas cosas para, intentar abrirla con su lanza a la distancia. Y de un corte rápido y sagaz, abrió una de éstas capas, haciendo que el huevo provocara cambios en sus espasmos. Continuó abriendo más capas hasta que, se topó con una bien resistente; pero al romperla, una gran cantidad de la sustancia viscosa, salió despedida, vaciando el interior del capullo, y liberando a la persona apresada.
¡Era uno de los guerreros de la Horda, quién se encontraba totalmente diferente!
Su aspecto de piel había cambiado a un color más oscuro. Tenía algunas deformaciones en su rostro y en sus manos. Por otro lado, su respiración había cambiado radicalmente, volviéndose más acelerada. Por último, había realizado unos sonidos extraños, mientras parecía que se estaba quedando sin aire.
¡Y de pronto, empezó a sacudirse en el suelo durante algunos minutos, para luego dejar de respirar de la nada!
En ese preciso instante, se percataron de que, algo su cuerpo quería salir (ya que, desde su pecho, podía verse como algo se movia, dando la impresión de que algo saldría a la fuerza desde dentro).
¡Acto seguido, se rompió su caja torácica!
La sangre que había salido despedida era de color negra, y entre esa putrefacción, apareció de golpe una sanguijuela (misma que, estaba cubierta de baba y sangre negra. Pero con un aspecto más desagradable ya que, estaba más gorda, debido a la sangre acumulada en su interior).
Sólo llegó a desplazarse por unos metros, hasta que, terminó por morirse a medio camino.
Entonces, todos los presentes, ¡Sin comprender qué fue lo que había sucedido!, tomaron al parásito, metiéndolo en una caja. Enseguida, observaron con detenimiento todo el lugar, para saber si las sanguijuelas aún rondaban por ahí. Pará finalmente, irse corriendo rápidamente, para tratar de llegar a las mazmorras.
[...]
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