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sábado, 2 de mayo de 2020

Capítulo V: Los sacrificios

Todos los clanes permanecieron a la espera, en aquéllas ruinas tenebrosas, iluminadas por algunas antorchas. El alarido de los reos, atados a los maderos, comenzó a escucharse.
El miedo los inundó rápidamente. Y el sudor frío, recorrió sus cuerpos, ya fatigados, de permanecer en pie.
Fue entonces, cundo algunos de ellos empezaron a suplicar, con lágrimas en los ojos, el perdón de los clanes. Tan sólo uno, fue quien mantuvo la mirada fija en el suelo, sin expresar nada. Quedándose inerte en aquel lugar, pese a las quejas de los demás.
¡Ser desmembrado, no le preocupó en lo más mínimo!
Aquella debilidad metal, expuesta delante de la tríada divina, no fue más que un acto de deshonra.
Dicha humillación, sólo despertó el enojo de los emisarios, haciendo que no pierdan más el tiempo. Por lo que, sujetaron, firmemente sus armas, y dieron un paso al frente. 
El Verdugo, exigió que desataran a los tres reos que pagarían sus castigos, con el clan de los Caníbales. Y encomendó en manos de su líder, las vidas de los desgraciados. 
Una vez que amarraron todas las extremidades, con cadenas de hierro, los antropófagos, las estiraron de modo tal que, quedaron inmovilizados. 
Entonces, ¡Se dio la orden, y el festín comenzó de una vez por todas! 
Al primer preso, se le abalanzaron cuatro caníbales. Uno de ellos, mordió directamente su cuello; otro... había alcanzado a uno de sus brazos. Por último, los dos restantes, atacaron partes de su tórax. 
Con mordidas salvajes, le arrancaron carne del torso; masticándola frente a sus ojos, mientras agonizaba del dolor.


¡La sangre cayó a borbotones!, y desesperado, intentó escapar del ataque brutal.
¡Aunque fue imposile escapar, dada la situación en la qué se encontraban todos! 
Los otros dos prisioneros, gritaron espantados, mientras vieron como se devoraron a su compañero. 
Otros antropófagos, habían participado, para tomar parte del banquete.

A duras penas, soportó, como le arrancaron casi toda la carne del cuerpo (ya carcomido). Para luego, pidir a gritos, que lo mataran de una vez por todas. Entonces el líder del clan, se acercó con rapidez, sacando un cuchillo (echo con un hueso humano, super afilado y punteagudo... que traía colgado en su cuello). Sin dar aviso, lo apuñaló en su estómago; y muy lentamente, cortó hacia arriba, dejando caer al suelo, todas sus entrañas. 

Ya mutilado, otros caníbales, devoraron las tripas esparcidas por el piso. Hasta que, de pronto, dejó de respirar... ¡Dejando una expresión en su rostro, qué nadie iba a poder olvidar jamás! 
Posteriormente, para continuar con los rituales, llevaron arrastrando el cuerpo, hacia las Mazmorras... dejando un camino cubiero de sangre.

[...]

Habían colocado al siguiente condenado a ser sacrificado. Pero en un intento de escape, salió corriendo inútilmente. Puesto que, el Verdugo con su hacha, le extirpó de un corte limpio, una de sus piernas. 
¡El show sanguinario fue atroz para ese reo, por el intento de fuga! 
Ya que, se le aventaron varios caníbales al mismo tiempo, para despellejarlo vivo con sus propias manos. 
¡Sus gritos desgarradores, atormentaron a los demás culpables! Mientras sufría... los devoradores, se comieron la pierna faltante y sus dos brazos. Hasta que por fin, uno de ellos, le arrancó la tráquea del cuello, de una mordida. Y mofandosé de su agonía, la escupió delante de sus narices, para que, de poco a poco, sus ojos se cerraran para siempre.
Otra vez, se llevaron el cuerpo, directo hacia las mazmorras. Donde los restos serían acabados más adelante, como de costumbre. 
El tercer recluso... ¡Sabiendo qué el siguiente era él!, se arrodilló, temblando de miedo. Pero el líder caníbal, lo levantó con tremenda fuerza, sujetándolo desde el cuello. 
¡Y una vez, de pie!, le introdujo sus dos pulgares, en las cuencas oculares, reventándole ambos ojos.
Le sujetó con firmeza la cabeza, ya que se partía del calvario (sintiendo en carne propia, la agonía de sus compañeros ya asesinados). Luego, otro miembro caníbal... clavó en el interior de su boca, unos ganchos espantosos, sujetados a cadenas. Y mientas gritó desconsoladamente;
estiró las mismas, con tanta fuerza, que terminó por desprederle la mandíbula inferior de su rostro. 
¡No había forma de describir esa imagen horripilante!;
¡Definitivamente, era una puesta en escena traumática para los demás condenados! 
El prisionero moribundo, calló al suelo, y los demás antropófagos, devoraron su cuerpo totalmente estropeado. 
Con el tercer cuerpo abandonado,
en las mazmorras, el castigo del clan Caníbal culminó.

[...]

Las siguentes tres víctimas enjuiciadas, se enfrentaron a las torturas más crueles de la época...
En el instante, en que los guerreros prepararon a los tres convictos, el resto del clan de la Horda, alistó los diferentes dispositivos de tortura. 
¡Nunca importó si los condenados sufrían. Tampoco si pedían clemencia, si estaban en agonía, ni tampoco si eran jóvenes o mayores de edad! (como era en uno de éstos casos, donde habían condenado a jovencito, de unos veinte años de edad). 
El primer instrumento de tortura que se trajo al estrado, fue el denominado "Potro" (una tabla plana, con sogas en cada esquina de la misma, para amarrar las extremidades de los prisioneros. Conectada a un perno, que cuando éste era encendido, jalaba las sogas en direcciones opuestas, dislocando en el mejor de los casos dichas extremidades y en el peor desmembrándolas). 
A la fuerza, llevaron al primer prisionero, junto al terrorífico instrumento de tortura. Y una vez sujetado a éste, lo encendieron. 
De a poco, las sogas empezaron a estirar, tanto las piernas como los brazos. Y en cuestión de minutos, se escuchó el rechinido de los engranajes oxidados. 
¡Luego, el verdadero tormento inició!,
Y mientras los gritos de dolor del reo empeoraron, se oyeron sus huesos, rompiéndose drásticamente.
Fueron los brazos, los primeros que se desprendieron del cuerpo. 
¡La sangre no paró de caer!, ¡Los gritos tampoco cesaron!

Al instante, ambas piernas, se destrozaron también (dejado aquel Potro, totalmente ensangrentado)

Y aquel acto sanguinario finalizó, con un guerrero, llevándose el cuerpo desmembrado, hacia las mazmorras

[...]

Habían preparado al jovencito para la siguiente tortura... quien, permaneció en estado de shock. 
Fue entonces, cuando acercaron el siguiente dispositivo sádico. 
Era ni más ni menos, que el "Toro de Falaris" (una estatua hueca de bronce, en forma de Toro, donde se colocaban en su interior a los prisionerosY debajo de la estatua, se encendía una hoguera, volviendo al instrumento, un enorme horno). Cuando el chico observó aquélla cosa, entró en desesperación, lloró desconsoladamente y suplicó compasión. 
Entonces, el emisario Verdugo (con una sonrisa de oreja a oreja), arrastró al chico, sujetándolo del pelo. Y con ayuda de algunos guerreros, lo metieron dentro del Toro
El fuego, se incrementó en el interior de la estatua, volviéndolo un horno infernal e indescriptible. Sólo pasaron algunos minutos para que, comenzaron a oírse, los alaridos desgarradores del jovencito, a través de la boca del Toro (Según cuenta la leyenda, los gritos de las personas torturadas con aquel dispositivo, se oían como si la escultura, estuviera mugiendo de verdad).
Al cabo de un tiempo, apagaron la hoguera... y sacaron el cuerpo del muchacho, totalmente calcinado. Se llevaron el dispositivo lejos, y dejaron el cadáver, en las mazmorras, junto a todos los demás.

[...] 

¡Aún quedaba un prisionero más por ser castigado con torturas! 
¡A éste último, directamente lo empalaron(El "Empalamiento", era un método de tortura y de ejecución, donde la víctima era atravesada por una estaca. La penetración podía realizarse por un costado, por el recto, la vagina o por la boca de la víctima. Y la estaca, se solía clavar en el suelo, dejando a la víctima colgada para que muriera). 
Amarrándolo con sogas... lo alzaron para que alcanzara la altura del dispositivo, dónde lo clavaron sin piedad; no sin antes, atar en sus piernas, rocas grandes, para que con todo el peso, se empalara aún más.
(¡La famosa tortura que utilizó Vlad Draculea, más conocido como el "Conde Drácula", en los tiempos antiguos!). 
Sin dudas, aquel espectáculo, dio como resultado una muerte espantosa (el reo sufrió por horas, la perforación que, había salido por un costado de su torso, traspasando algunas cosillas y varios órganos). 

[...] 

Las torturas terminaron de aquélla manera. 
Solamente, quedó por cumplir la condena del último prisionero. Quien sería desmembrado por el clan de la Horda
Dicho sujeto, pese a todo lo que había presenciado, nunca quitó la mirada del suelo. 
Fue entonces, cuando los mismos emisarios, lo arrastraron al centro del estrado, atando cada una de sus extremidades. Iban a jalar de las cuerdas con ayuda de varios guerreros; quienes en simultáneo, y en distintas direcciones, descuartizarían al preso. 
Lo acostaron en el suelo, y todos se prepararon para comenzar con la tortura. Pero fue en ese preciso momento, cuando el prisionero, mirando hacia el techo rocoso, observó algo sumamente extraño. 
Era la colonia entera de sanguijuelas, reptando por la superficie del techo; desplazándose velozmente por las paredes. Y de un momento a otro, empezaron a caer al suelo, sobre las casas y sobre los subterrestres que yacían debajo de la plaga en sí. 
¡La invasión de los malditos parásitos, había llegado al Tercer Mundo!; ¡Nadie se imaginaba lo qué estaba a punto de ocurrir! 

[...] 

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